Ricitos de Oro y los Tres Osos

Gerda Muller

Un día, una niña llamada Ricitos de Oro, paseando por el bosque se perdió. Llegó hasta la casa de Papá Oso, Mamá Osa y Bebé Oso. Miró al interior a través de una ventana. Vio que no había nadie y entró en la casa. Había tres platos de avena enfriándose en la mesa.

Ricitos de Oro había caminado mucho por el bosque y tenía tanta hambre, probó una cucharada del plato de Papá Oso, pero estaba muy caliente, así que probó otra cucharada del plato de Mamá Osa, pero la avena tenía poco azúcar. Finalmente se comió el plato de avena de Bebé Oso, porque estaba tibio y muy dulce.

Luego se sentó en la silla de Papá Oso, estaba hecha de troncos y era muy dura, así que se sentó en la silla de Mamá Osa, era cómoda pero muy grande para ella. Finalmente se sentó en la silla de Bebé Oso. La silla era tan cómoda que se quedó sentada en ella hasta que la silla se rompió, y la linda niña cayó al suelo.

Después, Ricitos de Oro entró a un cuarto en el cual habían tres camas. Se acostó en la cama de Papá Oso, pero estaba hecha de gruesos troncos de abeto y además de ser muy dura le provocaba alergia. Luego se acostó en la cama de Mamá Osa, era blanda pero las mantas eran aún muy pesadas. Finalmente se acostó en la cama de Bebé Oso. La cama de Bebé Oso era tan cómoda que, sin querer, se quedó dormida.

Poco más tarde, los tres osos regresaron de su caminata y Bebé Oso se dio cuenta de que alguien había comido su avena.
— ¿Quién se comió mi avena? —preguntó Bebé Oso.
— Seguramente la comiste antes de salir y ahora quieres más. ¡Tienes hambre de oso! —dijo Mamá Osa.
— Pero Mamá... —iba a protestar Bebé Oso.
— ¡Jovencito! —dijo Papá Oso— ¡Si ya comiste tu avena y estás engañando a Mamá te irás a la cama!
Bebé Oso también se dio cuenta de que alguien se había sentado en su silla.
— ¿Quién se sentó en mi sillita y la rompió? —lloró Bebé Oso.
— ¡Hay niño, que voy a hacer contigo, tienes manitos de oso! —dijo Mamá Osa.
— Pero Mamá... —iba a protestar Bebé Oso.
— ¡Jovencito! —dijo nuevamente Papá Oso— ¡Si has roto tu silla nueva te irás a la cama!
Los tres osos se fueron a su cuarto.
— ¿Quién está durmiendo en mi cama? —gritó Bebé Oso.
Su grito despertó a Ricitos de Oro. Cuando vio a los tres osos cerca, saltó de la cama, salió por la ventana y siguió corriendo asustada. Mamá Osa y Papá Oso se sorprendieron al ver a la linda niña saltando de la cama y dieron un grito de sorpresa. El grito asustó más a Ricitos de Oro, quién siguió corriendo y corriendo por los senderos hasta llegar a su casa. Nunca jamás volvió a pasear tan lejos del bosque, y desde entonces aprendió a respetar las cosas ajenas.

Fin