Cuentos Clásicos
El Reino de los Cuentos Perdidos

Caperucita Roja

Basada en la versión de los Hermanos Grimm


Ilustración de Shiba Productions, 1969

Había una vez una hermosa casita cerca de un bosque. En ella vivía una buena y dulce niña, a quien llamaban Caperucita Roja, pues acostumbraba usar una bella capita roja.

Cierto día, su madre le pidió que llevara una canasta con ricos alimentos, panecillos, frutas y pasteles a su querida abuelita, que se encontraba enferma en su casita del bosque. Caperucita, que era una buena niña y que quería mucho a su abuelita, obedeció de inmediato.

Cuando Caperucita iba camino del bosque, de pronto apareció delante de ella un lobo.
— ¿Hacia dónde te diriges, Caperucita Roja? —preguntó el lobo.
— ¡Hola Señor Lobo! Voy a casa de mi abuelita que vive en el bosque, para sorprenderla con un regalo. —contestó Caperucita.
El lobo miró con mucha astucia a Caperucita y le dijo:
— ¿Por qué no cortas unas bellas flores de colores para ella?
— Gracias, señor lobo, es muy buena idea. —contestó Caperucita.
Y mientras Caperucita Roja estaba cortando flores, el lobo se dirigió muy velozmente a la casa de la abuelita, que estaba en el interior del bosque. Al llegar, tocó la puerta, y, fingiendo la voz, dijo así:
— Soy yo, abuelita, Caperucita Roja, que te traigo ricos panecillos, frutas y pasteles.
La abuelita, que no oía muy bien, abrió la puerta y, en seguida, el lobo feroz empezó a perseguirla por toda la casita. Al fin la alcanzó, y, como tenía tanta hambre, se la comió de un solo bocado.

El lobo malvado se preparó para recibir a Caperucita Roja, pues todavía tenía mucha hambre. Se puso muy rápidamente una de las batas de dormir y uno de los gorros de la abuelita. Y, así disfrazado, se metió a la cama, listo para devorar también a la dulce niña.

Poco después, Caperucita llegó a la casita y se llevó una sorpresa muy grande al ver al lobo disfrazado con la ropa de su abuelita.
— ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes!
— Son para oírte mejor, pequeña. —contestó el lobo.
— ¡Y qué ojos tan grandes tienes, abuelita!
— Son para verte mejor, pequeña. —respondió el lobo.
— ¡Y qué dientes tan grandes tienes, abuelita!
— Son para... ¡comerte mejor, pequeña!
Y, al decir esto, el feroz lobo saltó de la cama y empezó a perseguir con fiereza a Caperucita Roja. Caperucita corrió todo lo que pudo, y el lobo seguía detrás de ella, destrozando y rompiendo todo lo que se le atravesaba, Caperucita, entonces, empezó a gritar con todas sus fuerzas, pidiendo que alguien la ayudara.

De pronto, cuando Caperucita se creía perdida, un leñador del bosque, que había oído los gritos a lo lejos, entró a la casita gritando:
— ¡Suéltala, lobo malvado, que yo te daré tu merecido!
El leñador mató de inmediato al lobo con su filosa hacha, y, dentro de él encontró todavía con vida a la anciana abuelita, muy asustada pero muy contenta de que todo hubiera salido bien. Caperucita Roja y su abuelita le dieron las gracias al leñador, pues, si no hubiera sido por él, las dos hubieran sido devoradas por el malvado lobo. Y, todos muy felices, se sentaron a la mesa de la casita del bosque, a disfrutar de los ricos alimentos, panecillos, frutas y pasteles.


Fin