Cuentos Clásicos
El Reino de los Cuentos Perdidos

Anita y el Genio de la Lámpara Mágica

"Para la prima Anita" · Ethan J. Connery

Ilustración de Larisa Koshkina

Hace mucho tiempo, en una verde colina de la que bajaba un hermoso y transparente riachuelo, vivía una pequeña niña llamada Anita.

Anita era una aventurera y una exploradora, y le gustaba salir al campo para investigar sobre la vida de las plantas y los animalitos del bosque. A veces se quedaba noches enteras mirando el firmamento buscando con su imaginación, las respuestas a los secretos del universo. Era una astrónoma y una naturalista, pero sobretodo, una gran dibujante.

Una bella madrugada, Anita se levantó de la cama con ganas de salir a explorar. Tomó su sombrero, su lupa favorita, su cuaderno de dibujo y una caja de lápices de colores. Y así, provista de sus mejores herramientas de investigación, se fue a la playa a buscar caracoles y conchitas para dibujarlas.

No había pasado mucho rato cuando se encontró un caracol en el camino.
─ Señor caracol, ¿me permite dibujarlo?
El caracol, que era un poco pretencioso, se hizo el interesante y le dijo:
─ Bueno niña, está bien, pero apresúrate porque llevo prisa.
El señor caracol se cruzó de cola y adoptó una posición de karateka, demasiado fingida para un caracol de su edad.
─ ¡Buuu! ─exclamó Anita─ ¡Pero yo quería dibujarlo en su apariencia natural!
─ Bueno, ¡vale! ...me comportaré como caracol ─dijo el caracol─ Dime, ¿qué tengo que hacer?
Anita se sorprendió de que le preguntara tal cosa. Por lo general, los caracoles saben lo que tienen que hacer.
─ Ud. es el caracol ─le dijo Anita─ Coma una hojita o... ¡haga algo de caracol!
─ Bueno, es verdad que soy caracol, pero sólo hace unos minutos. La verdad es que soy un genio que se convirtió en caracol para pasar desapercibido.
─ ¿Un genio? ─preguntó Anita.
─ Si, una especie de duende y puedo convertirme en cualquier cosa ─le aseguró el caracol.
Anita quedó sorprendida. O el señor caracol era un mentirosín o realmente existían los genios mágicos. Anita quizo probar a ver si le decía la verdad.
─ A ver, ¡Conviértase en una casa! ─le sugirió Anita.
─ Eso es muy fácil ─respondió el caracol, y exclamó─ ¡Alakazám!
El caracol se contrajo y se metió dentro de su caparazón. Cuando ya estaba bien enrolladito adentro, gritó hacía afuera:
─ ¿Ves niña? ¡Te lo dije! Ahora soy una casita de caracol º-º
Anita, que era muy inteligente, se dió cuenta que el caracol estaba mintiendo. Así que para pillarlo le propuso otra idea.
─ ¡Guau! ─exclamó Anita, haciéndose como que le creía─ ¡Realmente es Ud. un mago!
─ ¡En efecto! ─respondió el caracol.
─ Pero no estoy tan convencida aun ─agregó Anita.
─ ¡Hazme otra prueba! º-º ─le sugirió el caracol.
─ ¿Y si se convierte en marciano?
─ ¿Marciano? ¡Já... eso es muy fácil para mi!
Caracol sonrió y saltó encima de una piedrecita ovalada que parecía platillo volador, se paró en su colita y levantó su caparazón hasta la cabeza a modo de casco. Por debajo del "casco" empezaron a crecer unas laaaargas antenas.
─ ¡Alakazám! ─dijo el caracol─ ¡Soy un auténtico marciano! ¿Que te parece, niña?
Era evidente que el caracol seguía mintiendo. Anita lo miró en forma pícara mientras el caracol esbozaba una enorme sonrisa... de antena a antena.
─ ¡Me da la idea de que Ud. es un caracol tramposín! ¬¬ ─dijo Anita. El caracol se puso nervioso.
─ ¿Tra-tra-tramposín yo? ¡Naaa, sólo estás confundida niña! º-º ─se apresuró a responder.
Anita quizo probar una vez más al caracol para destapar sus cuentos. Así que pensó un ratito en algo que sea muy difícil de imitar, así el señor caracol no tendría forma de engañarla y se descubriría la verdad.
─ ¡Ya sé! ─dijo Anita, finalmente─ ¿Podría, por favor, convertise en el genio mágico que dice ser?
El caracol-marciano se dio cuenta que estaba por ser descubierto, pero como era muy hábil, saltó de su piedrecita ovalada directo a su caparazón y tapó la entrada con una conchita marina que pasaba por ahí.
─ ¡Alakazám! ─dijo el caracol─ Me acabo de meter en mi lámpara mágica. Si me frotas apareceré en forma de genio.
Anita tomó el caparazón y quizo levantar la conchita para mirar adentro, pero el caracol tomo la "tapa" y la volvió a cerrar.
─ ¡No mires, niña, un buen mago nunca revela sus secretos! Sólo frota la lámpara y apareceré :)
Anita comenzó a frotar el caparazón del caracol, y éste se fue asomando de a poquito, dando vueltas como un resorte, hasta que salió completo y se paró en la punta de su colita. Ésta vez, llevaba una corbata roja amarrada a su cuello.
─ ¿Lo ves, niña? Soy el genio de la lámpara mágica... ¡con corbata y todo!
─ "Esto era demasiado. De seguro si le pido otra transformación volverá a meterse en su caparazón..." ─pensó Anita.
El caracol esperaba tranquilamente a que la niña le pidiera una nueva transformación. Pero en lugar de eso, Anita simplemente le dijo:
─ Señor Genio de la lámpara mágica, como yo lo encontré, quiero pedirle 3 deseos.
El caracol se puso nervioso y comprendió que estaba atrapado.
─ Primer deseo: Quiero que se convierta en caracol.
─ ¡Hecho!
─ Segundo deseo: Quiero dibujarlo, así que no se mueva.
─ ¡Hecho! ─repitió el caracol, y no se movió para que Anita lo dibujara.
Cuando Anita terminó su dibujo y se lo mostró al señor caracol, éste quedó maravillado de lo bonito que le había salido. Se quedó apreciándolo por largo rato.
─ ¡Es un hermoso retrato, niña, eres una verdadera artista! ─la elogió el caracol.
─ ¡Gracias! ─le respondió Anita─ Si le gusta, se lo obsequio.
Al oir eso, el caracol miró a Anita con sus grandes ojos de caracol º-º y de la pura emoción lanzó una lagrimita medio babosa.
─ ¡Gracias niñita! Nunca nadie me había regalado un retrato mío. Te lo agradezco mucho.
Anita se alegró de que el caracol recapacitara, y como recompensa le regaló el dibujo mientras el caracol reía feliz de emoción.
─ Adiós señor caracol... ¡Que tenga una buena tarde! ─le dijo Anita, y dió media vuelta con la intención de volver a su casa en la verde colina.
─ ¡Un momento! ─dijo el caracol─ ¿Cómo te llamas, niña?
─ Anita es mi nombre.
─ Anita ─repitió el caracol─ Aun no me has dicho tu tercer deseo :)
Anita se asombró de que el caracol nuevamente intentara hacerse pasar por genio... sobretodo tomando en cuenta que ella, tan amablemente, le había regalado un retrato.
─ ¡Ya! ─dijo Anita, segura de pillarlo esta vez─ ¡Mi tercer deseo es que hagamos una carrera hasta mi casa, y el que gane se quedará con sus poderes mágicos!
Caracol se sorprendió porque era un deseo muy difícil para un caracol de su edad (como todos saben, los caracoles no son buenos ganando carreras). Miró a Anita con cara de pena pero aceptó.
─ Esta bien, niñita. Tu dime cuando partimos y comenzamos la carrera.
─ 1, 2 y 3... ¡partimos! ─respondió Anita y comenzó a correr directo hacia su casa.
Anita corrió y corrió. Miró para atrás y vió que el caracol apenas había avanzado unos centímetros en la arena, pero Anita siguió corriendo para darle una lección al señor caracol que había sido tan tramposín.

Y así, corriendo y corriendo... Anita llegó finalmente a su casa. Abrió la puerta y...
─ ¡Alakazam! º-º

Fin