Cuentos Clásicos
El Reino de los Cuentos Perdidos

Gatomonín de la Selva

Ethan J. Connery

Gatomonín era un pequeño jaguar que vivía en la copa de un árbol de gran altura en medio de la selva. Todas las mañanas despertaba temprano y bajaba del árbol que era su casa, saltando de rama en rama hasta llegar al suelo, miraba cautelosamente entre la espesura de la selva, y si todo era seguro se dirigía derecho al río a beber una buena cantidad de agua. Luego volvía derechito a su casa comiendo alguna rica fruta que hubiera encontrado por el camino.

Gatomonín era un jaguar vegetariano, y la razón de ello es que a diferencia de la mayoría de los jaguares, él había sido criado por un papá monito y una mamá monita º-º ...así es: para ser jaguar, Gatomonín era un verdadero mono. Sus padres lo habían encontrado vagando solito en la selva cuando aun era un cachorro. Se apiadaron de él y le criaron como al hijo que nunca habían podido tener. Incluso Gatomonín había aprendido a usar su cola para colgarse de las ramas a la manera de los monos, ya que lo había aprendido de sus papás y de los monitos que jugaban en la copa de los árboles vecinos. También hablaba perfectamente el lenguaje monudo.

En fin ...la vida de Gatomonín parecía perfecta, de no ser porque aparte de sus papás y amigos monitos, la mayoría de los monos adultos de la selva preferían mantenerse alejados de su presencia. Muchos de ellos también retaban a sus hijos monitos cuando les veían jugar con Gatomonín y les decían cosas como: "hijo, no quiero verte jugando con esa fiera", "no es de los nuestros",  "probablemente algún día se volverá una fiera salvaje",  "querrá comernos a todos" ...y cosas por el estilo ._.

Por esas cosas Gatomonín era un poco solitario, aunque sabía que tenía el amor de sus papás y la amistad de los pocos amigos que le conocían de verdad, la gran mayoría de los monitos de la selva no le aceptaban abiertamente. A pesar de ello era feliz atrapando las frutas que caían de los árboles o jugando al "atrapa-cola" con sus amigos. Pero sucedió cierto día que estaba muy lluvioso y oscuro, que a los monitos no los dejaron salir.

—Sé que está lloviendo, pero... ¿puedo salir a jugar, papá? — preguntó Gatomonín a su padre.
—Tus amigos estarán en sus casas con esta tempestad, hijo — le dijo su padre, que conocía muy bien el espíritu de aventura de su hijo — mejor espera a que pase la lluvia no sea que te pesques un resfriado.
—Pero papá, nunca me he enfermado.— protestó Gatomonín.
—Hijo, hazle caso a papá, él sabe porqué lo dice —le dijo su madre— Algún día serás grande y podrás tomar tus propias decisiones.
—Si mamá, está bien.— respondió sumiso Gatomonín. Él sabía muy bien que si sus dos papás estaban de acuerdo, él no tenía oportunidad, de modo que se quedó en su nido de hojas y ramas, cubierto por el espeso manto de verde follaje que le protegía de la lluvia.

Lo que no sabía su mamá, era que Gatomonín estaba a punto de alcanzar su adolescencia madura, pero siempre aconsejaba a su hijo adoptivo porque le amaba mucho.

Poco a poco el letargo y la melodía natural producida por el sonido relajante de la lluvia al tocar las copas de los árboles, hizo caer a Gatomonín en un sueño muy profundo. Se quedó dormido y comenzó a soñar con algo que no recordaba haber visto antes en su vida; un área más abierta en la selva, por donde entraba mucha luz, un camino que atravesaba un pastizal y que más adelante se convertía en pradera... una pradera extensa con muchos caminos y pastos muy altos.

Gatomonín soñaba que corría y corría y no encontraba la salida. De pronto toma un camino a la derecha y se encuentra con un pequeño bosque que luego se convierte en selva... pero había algo distinto; era una selva diferente a la que él tan bien conocía. No era la selva donde vivía con sus papás monitos, pero si una selva extrañamente familiar. La curiosidad y el asombro lo llenaban de emoción y su corazón se agitaba imparable.

De pronto despertó a causa de un chasquido en el suelo del bosque, y sin pensarlo... saltó. Saltó como nunca antes lo había hecho, en el aire logró instintívamente controlar el "vuelo" y cayó veloz aunque suavemente sobre sus patas delanteras y a los píes del árbol de su familia. Había sido un salto magistral, si sus amigos le hubieran visto sin duda se habrían maravillado.

Perdido en ese pensamiento, no pudo aguantar la emoción, y lanzó como símbolo de victoria, un gruñido ronco y profundo como nunca lo había hecho. Había despertado su instinto felino.

Esa misma noche Gatomonín desapareció del bosque y aunque sus amigos lo buscaron por muchos días, no apareció. Sus papás preocupados buscaron a los monos más valientes de la selva para iniciar una cruzada en busca de su querido hijo, pero por mucho que buscaron no lo encontraban. Gatomonín había dejado el bosque de los monitos sin siquiera despedirse de sus papás.

—¡No sigan buscándolo! —le aconsejaban a sus papás y amigos los otros monos del bosque— Se hizo salvaje y no regresará.
—Es un rebelde —decían algunas mamás— ¡Seguro que si vuelve nos comerá a todos!

Pese a todos los rumores que se contaban en la selva acerca de la desaparición de Gatomonín, mamá y papá monito estaba seguros que su hijo regresaría algún día, al igual que sus amigos quiénes le conocían muy bien.

Y así, pasaron unos años... hasta que un día los monos oyeron rumores acerca de una banda de jabalíes salvajes que iban de selva en selva causando destrozos y desorden. Los monitos asustados estaban muy preocupados. ¿Que pasaría si los rumores eran ciertos y los jabalíes llegaban a su bosque a causar temor a los pacíficos y alegres monitos?

Sucedió entonces que el "Gran Mono Jefe" de la tribu de monitos decidió hacer una reunión para tratar el problema. Todos los monitos se habían reunido a los píes del árbol más grande de su selva (que casualmente había sido la casa de Gatomonín) y discutían acaloradamente acerca de posibles formas de ahuyentar a los jabalíes si es que se acercaban a su amado bosque.

—Hay que irse de esta selva, ya no es segura... —decían algunos monos.
—¡No, hay que defenderla a toda costa...! —decían los más valientes.
—Hay que cavar una zanja alrededor del bosque... —decían los más emprendedores.
—¡No se puede, la selva es muy grande...! —decían los más pesimistas.
—¡¿Qué hacemos entonces?! —exclamaba Gran Jefe Mono.

Nadie parecía tener la respuesta a tan difícil situación. Estaban en eso cuando llegó corriendo un monito centinela y exclamó:

—¡Ja ja ja ja ja!

Todos los monos se callaron y lo quedaron mirando. Nadie podía entender qué era tan gracioso que hacía reír al pequeño mono. La situación que se discutía era complicada y lo que menos necesitaban en ese momento era un mono burlón >:o

—¿Y tu de qué te ríes? —preguntó muy serio Gran Jefe Mono.
—Ja ja ja ja...... ¡¡JABALÍES!!

El pobre monito había estado tan asustado que de puro susto estaba tartamudeando º-º ...era el más pequeño de la aldea y  había estado vigilando la selva desde la copa del gran árbol.

—Si, de eso estamos hablando —le dijo Gran Jefe Mono— ¿Qué es lo que propones?
—Nooooo... ¡¡QUE VIENEN LOS JABALÍES: SÁLVESE QUIÉN PUEDA!! O_O
—¡¡U-U-A-A!! —gritó aterrorizado Gran Jefe Mono, a la vez que los monitos gritaban—¡¡¡WAAAAA!!!

Todos los monitos saltaron casi al unísono de sus lugares y comenzaron a correr en cualquier dirección, despavoridos. Los jabalíes venían en patota a la selva y ya comenzaban a oír en la distancia la estampida. Los monitos chocaban entre ellos sin saber qué rumbo tomar, tropezaban y caían del puro susto ...¡hasta se enredaban con sus propias colitas. Pobechitos! º-º

Los jabalíes venían corriendo furiosos, y estaban a punto de llegar al lugar de la reunión de monos, ...cuando de pronto se oye un enorme rugido en la selva:

—¡¡¡¡GRRRRRRAAAAAAAWWWWW!!!!

Tanto los jabalíes como los monitos se detuvieron en seco. Se hizo el silencio en la selva mientras los jabalíes habrían sus ojos como platos y miraban en todas direcciones.

—¡¡¡¡GRRRRRRAAAAAAAWWWWW!!!! —Se volvió a oír, muy claramente.

Los monitos se subieron a sus respectivos árboles más rápidos que una gacela, en tanto los jabalíes que estaban más rezagados de su carrera daban media vuelta y se iban corriendo, lejos del bosque. "Si había felinos hambrientos en la selva de los monos, entonces ese no era un buen lugar para ellos". Pensaron los jabalíes, que ahora si, huían aterrorizados ante la idea de ser comidos por una bestia salvaje.

Los jabalíes corrieron y corrieron hasta que se perdieron en la distancia. El pequeño mono centinela, que se había subido al gran árbol, miraba en la distancia cómo escapaba el tropel de jabalíes detestables. El resto de los monitos estaban en sus árboles, muy callados y expectantes º-º ...hasta que se dieron cuenta que habían dos monos ancianos en el suelo de la selva que no habían huido y que estaban muy tranquilos pese a toda la odisea que había acontecido.

—¡Son los papás de Gatomonín! —gritó de pronto el monito centinela.

Nadie entendía qué pasaba, hasta que oyeron unas grandes pisadas en la alta hierba del bosque. De pronto, entremedio de unos arbustos, se asomó una enorme cabeza de jaguar.

—¡Papá! ¡Mamá! —exclamó el felino en medio de la impresión de los monos— ¡He regresado! ¡Ya soy todo un jaguar y también todo un mono!

Gatomonín había regresado :) Sus papás corrieron a su encuentro y él saltó sobre ellos, y se abrazaron mutuamente jugando con sus colas: era una fiesta de encuentro familiar. El resto de los monitos al contemplar la escena, comprendieron que pese a ser un felino "salvaje y rebelde", Gatomonín era también uno de ellos. Los primeros en bajar de los árboles fueron sus amigos, y el resto de los monos les siguieron. Todos comenzaron a bailar un baile monudo alrededor de la familia de Gatomonín, contentos y felices porque ya no había nada que temer. Gatomonín había regresado para siempre a cuidar de sus padres, de sus amigos, y de todos los monitos de la selva, a quién con mucho cariño les reconocía como iguales.

Con los años creció la leyenda de Gatomonín, y así fue como un buen día, yo (el autor del cuento) me encontraba explorando el Amazonas. Y he allí que, en medio de un descanso bajo un enorme árbol que coronaba la cima de un monte selvático, se me acercó un pequeño monito centinela, y mientras me encontraba dormitando, me susurró al oído un relato: la vida y aventuras de Gatomonín, el "mono-gato" de la selva :D