Tía Babel

Para la tía Mabel · Por Ethan J. Connery

Era la tarde del Sábado, pero de todas maneras habría clases. Eso porque era una clase especial, por 2 razones: la primera y más importante es que la clase la haría la "Tía Babel", que es muy querida por todos los niños de la escuela. La segunda es que sería una clase de "astronomía", por lo que el pequeño Yab-yab podría vanagloriarse de opinar sobre el tema a la misma altura que la tía.
— Las clases de la tía Babel son entretenidas e interesantes. La tía es muy creativa y siempre se le ocurre cada idea loca... —se dijo el pequeño Yab-yab nada más llegar al colegio.
Entró a la sala de clases y ahí estaban todos los niños haciendo de las suyas. Caperucita comía una manzana sobre la mesa de la profe, Pulgarcito se había sacado los zapatos y caminaba entre los bancos, Hansel y Gretel habían capturado un gorrioncillo y lo enseñaban a los otros niños, y Rapunzel ...estaba haciéndose trenzas, para variar. Todo esto a vista y expectación del niño nuevo, recién llegado, que se hallaba sentado en un rincón.

En fin, la clase era un desorden y eso porque Tía Babel aun no llegaba.
— ¡Niños! ¡Todos al Patio! —Apareció Tía Babel en la puerta de la sala.
— ¡Eeeeh, Tía Babel! —exclamaban los niños, felices.
Nada más llegar Tía Babel y todos los niños eran un 6,8.

Pequeño Yab-yab se preguntaba cuando empezaría la tan esperada clase de Astronomía. En el patio se encontraba Tía Babel quien, al parecer, había instalado un pequeño telescopio para que los niños pudieran ver la Luna y las estrellas. Lástima que aun no anochecía.
— El Sol es una estrella, parecida a las que vemos en la noche, sólo que está tan cerca de la Tierra que hace que tengamos día —comenzó Tía Babel.
Los niños ya se habían reunido entorno de la tía más querida de la galaxia y escuchaban atentamente sus palabras.
— Alrededor del Sol giran varios planetas que son redondos y más chiquititos; como la Tierra, por ejemplo. El planeta dónde vivimos está en tercer lugar...
— Tía Babel, ¿Y qué planeta está en primer lugar? —preguntó Hansel.
— En primer lugar está Mercurio.
— ¡Mercurio le ganó a la Tierra! —gritó Hansel.
— ¡Ooooh! -exclamaron los niños.
— Bueno, podríamos decir que sí... —dijo Tía Babel. 
— Tía Babel, Tía Babel... ¿Y qué planeta está en segundo lugar? -preguntó Gretel.
— Bueno, Venus es el segundo planeta, pero...
— ¡Venus le ganó a la Tierra! —gritó Gretel.
— ¡Ooooh! —exclamaron los niños— Tiene razón Gretel, Tía Babel. Venus también le ganó a la Tierra.
Parecían maravillados los niños ante estas revelaciones, menos el niño nuevo y el pequeño Yab-yab, que se habían llevado una mano a la cara.
— A ver... preguntémosle al pequeño Yab-yab qué opina, parece que tiene algo que decir.
Todos los niños miraron con ojos preguntones a Yab-yab. Si Tía Babel decía que Yab-yab tenía algo que decir, era porque sin duda el pequeño tenía algo que decir.
— Yo creo —dijo Yab-yab— que Venus le ganó a la Tierra, pero perdió ante Mercurio.
— ¡Ooooh! —exclamaron los niños— ¡Tiene razón Yab-yab, Tía Babel, Yab-yab tiene razón!
— Pero la Tierra no perdió la carrera, ¿verdad Tía Babel? —preguntó el pequeño Yab-yab.
Los niños miraron a Tía Babel, esperando expectantes su muy sabia respuesta.
— Si Yab-yab, tienes razón: la Tierra le ganó a... Marte.
— ¡¡Eeeeh!! —gritaron entre aplausos y vítores los niños— ¡Le ganamos a Marte, le ganamos a Marte!
El niño nuevo se achunchó, pero los demás rebozaban de alegría.
— ¡Un momento! —intervino Pulgarcito— ¿Pero, y la Luna en qué lugar quedó?
— ¡Ooooh, la Luna... la Luna...! -comenzaron los niños.
Ya era casi de noche y la Luna se hallaba brillante sobre sus cabezas. La Tía Babel miró atentamente la Luna, como esperando una respuesta... ¿en qué Lugar de la carrera había llegado la Luna?
— Lo que pasa es que la Luna hizo trampa: se aprovechó de que la Tierra se iba adelantando y se quedó dando vueltas alrededor de ella mientras avanzaba.
— ¡Oh, entonces la Luna es una tramposa! —exclamó asombrada Caperucita.
Los niños miraron con ojos acusadores a la Luna, que parecía esconderse detrás de una nube para ocultar su vergüenza.
— Pero fíjense niños, que por hacer trampa, la Luna quedó atrapada alrededor de la Tierra, y si eso no hubiera pasado, ahora no tendríamos esta Luna tan bonita que nos cuida esta noche.
Los niños admiraron la Luna con nostalgia porque en sus corazones la habían perdonado. La Luna no se dejó esperar y salió detrás de la nube para alegrar con su brillo la fascinante clase de la Tía Babel.
— Tía Babel, ¿y vive gente en la Luna? —preguntó curiosa Rapunzel.
— No "trencitas", nadie vive en la Luna... pero si alguno de ustedes cuando grande llegara a ser astronauta, entonces si, existe la posibilidad que visiten la Luna. ¿A quién de ustedes les gustaría ser astronauta? —preguntó la adorable profesora.
— ¡Yo, yo, yo! —levantaban la mano, los niños. Pero el niño nuevo no dijo nada, sólo sonreía. Entanto Yab-yab aun seguía fascinado mirando la Luna. 
— ¡Tum-tum, tum tum! —el corazón del pequeño Yab-yab latía con fuerza cada vez que la Luna brillaba redondita en el firmamento.
— Me gustaría conocer un marciano —dijo Hansel, muy resuelto.
— ¡Ji-ji-ji! -se reían los niños, ya que nadie más creía en los marcianos.
— ¡Noooo: los marcianos no existen! —explicó Gretel— ¿Verdad que no existen los marcianos, Tía Babel?
— Bueno, ¡Nunca nadie ha visto uno, todavía! —explicó la Tía— pero de seguro que pueden haber otros niñitos como ustedes, allá en la estrellas... ¡Hay tanto que no conocemos!
La pregunta había cortado la inspiración del pequeño Yab-yab, quien nuevamente se había llevado la mano a la cara.
— Bueno Tïa, ¿Y cuando vamos a ver por el telescopio? —preguntó Yab-yab, finalmente.
— ¿Telescopio? ¿Cual telescopio? —preguntó Tía Babel, sorprendida.
— Aquel que instaló en el patio esta tarde, naturalmente —explicó agrandado, Yab-yab, señalando el objeto que se encontraba al otro lado del patio de recreo.
Los niños miraron hacia dónde Yab-yab señalaba, incluida la Tía Babel quién no recordaba haber instalado un telescopio. El pequeño Yab-yab levantó una ceja cuando vio la expresión de sorpresa en la cara de sus compañeros. Lo que había al otro lado del patio no era un telescopio, sino un pequeño platillo volador. ¡Tía Babel estaba desconcertada!
— ¡Me descubrieron, me descubrieron! —gritó el niño nuevo, quién hasta el momento había pasado casi desapercibido para sus compañeros, pero no para Tía Babel que había notado su extraño atuendo.
El niño nuevo corrió hacia el platillo volador y entonces todos lo notaron: tenía 2 grandes ojos oscuros, un par de antenas nacían de su cabeza, y además... era de color verde.
— ¡Pero si no es un niño! —exclamó Caperucita.
— ¡Es un marciano! —gritó Hansel.
— ¡Es un niño-marciano! —aclaró Gretel.
— ¡¡Guaaaa!! —gritaron los niños y comenzaron a correr alrededor de la Tía. Si hay una tía que podía salvarlos de un marciano, aquella sólo podía ser "Tía Babel". 
— ¿No será otra broma tuya, pequeño Yab-yab? —preguntó la Tía.
Yab-yab tenía sus ojos abiertos como platos ante el encuentro cercano, y sólo atinó a contestar que no, con un movimiento de cabeza.

El platillo volador se elevó a toda velocidad hacia el firmamento, llevando a su único ocupante...
— ¡¡FIIIUUUUMMMMM!!
La nave espacial se detuvo a la altura de las nubes y regresó a toda velocidad, deteniéndose en el centro del grupo de niños.
— Por cierto, Tía Babel... ¡Los marcianos le ganamos la carrera a los jupiterianos! ¡Marte le ganó la carrera al planeta más grande del Sistema Solar! ¡Ha-ha-ha-ha! -reía alegre el marciano mientras emprendía nuevamente vuelo hacia las estrellas.
El viento levantado por la potencia de la nave había hecho volar la capa de Caperucita, el gorrión de Hansel y Gretel había huído en la confusión, pulgarcito se hallaba aferrado a la rama de un árbol y Rapunzel tenía las trenzas enredadas. En cuanto a Tía Babel, se hallaba tan sorprendida que no alcanzó a ver cómo el pequeño Yab-yab se escapaba de la clase para contarles este cuento a todo el Mundo.
— ¡Olvidaste tu lonchera, pequeño marciano! —exclamó finalmente hacia las nubes, Tía Babel.

Fin