Derrotero de un sueño sin sentido

Saga de Protomundo · Cuento II
Ethan J. Connery

Aun está obscuro. Avanzo por la nieve a paso más seguro mientras el camino se pierde al horizonte. Miro atrás y una caverna se ha cerrado; algunos animales han quedado atrapados en el hielo, como congelados en el tiempo. Sin embargo... uno parece moverse.

-¡Intenta escapar! La pared es muy gruesa, ¿podrá lograrlo?

Un temblor remece el interior de la caverna helada mientras sus ondas se disipan en la vacuidad. La fuerza es suficiente y la pared que había cerrado el paso, estalla en mil fragmentos de frío cristal, los que se dispersan en el aire impecable de la noche, sin llegar a tocar tierra, pues tarde o temprano terminan por formar parte del impresionante campo estelar que por sobre mi cabeza se extiende, de norte a norte.

El animal que acaba de escapar a las fauces del inframundo es sin duda un rinoceronte... o quizá una jirafa, más probablemente un caribú, pues parece adoptar nuevas formas con cada paso que se adelanta. No puedo percibir la intención en su instinto, y el caribú arremete contra mí, como una piedra perdida en la vasta planicie de un montaraz paisaje.

Ante la sorpresa, salto hacia un árbol ubicado a mi derecha, aferrándome a una rama que se balancea sin viento. El enorme roble no estaba hace un momento. Sus raíces se entierran en el suelo como si de un gran gigante intentando levantarse, se tratara. La raiz se eleva agitando la copa, y el roble se inclina hacia un profundo abismo.

-¡Ohhh! -argumenta el roble- ¡mil perdones, extraño amigo! ¿Qué haces que me despiertas de mi sueño invernal?
-Señor, soy yo quién sueña esta noche.

El roble parece meditar.

-Mmm..., ya veo. Entonces, si no te molesta, pequeño humano, volveré a dormir... zzzzz.

El árbol se ha dormido nuevamente en su última posición, no sin antes enredar con sus ramas los cuernos del caribú, que había estado golpeando incansable su tronco. El espíritu del caribú escapa de su atado cuerpo y éste me embiste buscando mi destierro.

-Caribú, ¿Porqué me atacas? ¿soy acaso un extraño en mi propio sueño?
-El espíritu del animal no responde, pero da media vuelta y se lanza hacia el vacío, hacia el negro abismo de cascadas cuyo canto se pierde en el infinito de un Universo que sólo existe dónde no hay nada.

Por un segundo creo sentir algo de paz, al oír al viento hablar mientras una docena de voces extemporáneas se cuelan en las ramas del roble.

-¿De dónde eres?
-¿Qué es lo que quieres?
-¿Buscas algo en particular?
-¿Dónde están tus amigos?
-¿Bla bla bla...?

Las vocecillas imprudentes no paran de preguntar una y otra cosa.

-¡Qué impertinentes! -pensé- ¡¿Pueden dejarme descansar tan sólo un momento?!
-Esta bien, ¡No te enfades!
-¡Vaya con este extraño!
-¡Ni siquiera es de aquí!
-¡Que impertinentes, que impertinentes...!

Las vocecitas discutían entre sí y no paraban de repetir, ¡Que impertinentes!

-¿Quién se figuraría que el viento es un hablador? Supongo que no tiene nada mejor que hacer.

Aburrido de no encontrar nada nuevo, el viento se aleja, dejándome en paz. Pero inesperadamente percibo un nuevo peligro, acechando desde la obscuridad de alguna neblina pasajera. Instintívamente con mi mano busco mi espada atada al cinto.

-¡Vaya!, creí que era un arco.

Encuentro la funda en su lugar, pero no había rastros de su contenido.

-¿Dónde está la espada? ¡El peligro es inminente!

La neblina se avalanza sobre lo que queda del caribú y éste desaparece. La nube envuelve el árbol, como si fuese una tempestad, pero no logra engullirlo. No obstante se detiene a los segundos y avista mi presencia. Me observa amenazante, tal si yo fuera un apetitoso alimento. Es una nube voraz. No lo pienso dos veces, y salto hacia el abismo.

-Esto es un sueño, puedo hallar algo mejor en otro sit...

No alcanzo a terminar la frase y caigo en medio de un bosque. Para variar: sobre las ramas de un enorme árbol. Comienzo a descender rama por rama... desciendo, desciendo, desciendo. No hay caso, ¡Los árboles de aquel bosque no tienen raíces! sólo se elevan desde el insondable abismo, no hay suelo, no hay dónde bajar. Podría descender mil años y todo sería igual.

Salto a otra rama cercana y descubro que, de rama en rama, es más sencillo avanzar. Avanzo incansable a través del verde follaje. Con hábiles saltos y agarres me adapto en ese mundo natural. No se si soy un hombre o una criatura de los bosques. Podría ser que ese no fuera mi sueño después de todo..., quizá sólo soy una criatura de la imaginación que soñó dentro del sueño de un hombre, que era el hombre que soñaba con ser una criatura de la imaginación.

-Entonces soy el hombre -me dije, analizando mis cabilaciones- debo escapar de este quimera sin sentido y regresar a la perfecta utopía del Mundo Humano.

El bosque termina de pronto y nuevamente caigo, pero hacia adelante.

-La gravedad es tan disparatada en la fantasía humana, que Newton se comería su manzana sin preocupaciones -dije, en voz alta.
-¿Me llamabas?

En plena caída libre miro a mis espaldas y he aquí al propio Isaac Newton, cayendo en picada.

-¡No puede ser! ¿De verdad es Ud., Sir Isaac Newton? -pregunté, algo atontado.
-Prefiero que me llamen Kansas. -Me respondió el respetable científico.
-¿Kansas? ¿como al Estado de "Kansas", en los Estados Unidos de Norteamérica?
-En efecto. Así me llaman todos mis amigos por aquí.
-¿Porqué escogería un nombre así? Ud. es inglés.
-Porque me agrada Columbus, la sede del Condado Cherokee.
-¿Y? -le pregunté, estupefacto.
-Y eso queda nada más y nada menos que...
-No me diga: en Kansas.
-Correcto.
-¡¡Este sueño es absurdo!! ¿cuando despertaremos? -pregunté, cansado de inconsistencias.
-Definitívamente... cuando toquemos suelo -me respondió "Kansas", mientras mordía una manzana.

Miré hacia abajo, esperando ver pronto el suelo, aunque por la velocidad de caída no lo esperaba tan dispuesto. Lentamente un nuevo plano comenzó a aparecer en la profundidad de la noche: el suelo se acercaba.

-Creo que falta poco, Sir Kansas -le dije a Newton, pero no recibí respuesta.

Me giré hacia atrás y vi que Newton se hacía con otra manzana.

-Mr. Newton. Estamos a punto de estrellarnos... ¿qué sugiere?
-¡Toma una! -me dijo, arrojándome la manzana.
-Gracias, esperaba algo menos metafísico.
-Entonces nos veremos más adelante, hasta luegoooooo... -se despidió mientras se alejaba de mi trayectoria como engullido por una onda de gravedad diferente.

Faltaban 5 segundos para el impacto, 4... 3... 2... 1... Como un proyectil atraviezo los límites de aquel Mundo sin sentido y despierto.

-¡Por fin!

Me hallaba durmiendo junto a una fogata apagada, en lo alto de una montaña.